miércoles, 27 de octubre de 2010

El Apóstol y la Virgen María

El Apóstol Santiago pasó mucho tiempo en Hispania, predicando la doctrina de Jesús por tierras de Galicia, pero los pobres resultados obtenidos le decepcionaron y se planteó abandonar.

Una tarde meditaba sobre ello, mientras paseaba por la orilla del mar en Muxía, cuando vio aproximarse una barca de piedra sobre la que venía la Virgen María.

Ella le animó a seguir su labor, asegurándole que estaría a su lado. Después desapareció y allí quedaron los restos de la nave como prueba irrefutable de aquel suceso.

Por eso, la mayoría de peregrinos no terminan su viaje en Compostela. Muchos desean seguir el rastro del Apóstol por aquellos lugares en los que estuvo; como Padrón, donde llegó la barca con sus restos mortales; Muxía, en esa terrible y bella Costa da Morte; y, cómo no, Fisterra, aquel Finis Terrae que hizo detenerse a las legiones romanas, ante el hermoso espectáculo de una puesta de Sol que parecía desaparecer para siempre en el mar.

Tras la experiencia vivida en Muxía, Santiago pasó algún tiempo más por Galicia hasta que decidió volver a Palestina. De regreso pasó por Caesaraugusta, la actual Zaragoza, y allí se le apareció de nuevo la Virgen, que le entregó un pilar y una imagen suya para dejarla en esa ciudad, en la que poco después el Apostol convertirá a la fe cristiana a siete hombres, que serán conocidos como los Siete Varones Apostólicos. Ellos continuarán la labor de Santiago y llegarán a cristianizar a la mayor parte de los habitantes de la Península Ibérica.

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