martes, 28 de diciembre de 2010

Roldán

Los peregrinos que pasan por Roncesvalles, tienen ocasión de atravesar un hermoso paraje, escenario de uno de los míticos acontecimientos que salpican el Camino. Se trata de un episodio épico, a caballo entre la historia y la leyenda, la batalla que, en el año 778, supuso la aniquilación de gran pate del ejército de Carlomagno. Cuando el emperador tenía cercado en Zaragoza al rey Marsilio, éste se mostró dispuesto a capitular. Para negociar con él, carlomagno envió a Ganelón, padrastro de su sobrino Roldán. Pero Gamelón odiaba a su hijastro y aprovechó para tramar una traición que le permitiera deshacerse de él. Convenció entonces a Carlomagno de que el rey moro había claudicado, y le propuso regresar a Francia con parte del ejército, mientras Roldán al frente de veinte mil hombres entre los que estaban el Arzobispo Turín y el resto de los doce pares, cubrían la retaguardia. Carlomagno llegó a las inmediaciones de Valcarlos, donde acampó para esperar al resto de su ejército. Pero cuando Roldán y sus hombres avanzaban por el desfiladero de Roncesvalles, una lluvia de piedras comenzó a caerles encima, mientras miles de hombres, musulmanes y vascones, se les echaban encima aniquilándolos.
 
Solo Roldán permanecía vivo, aunque malherido, cuando trató de romper su espada contra una roca para que no cayera en manos enemigas, pero fué la piedra la que se rompió y no la espada. Entonces, moribundo, intentó avisar al emperador e hizo sonar su olifante con sus últimas fuerzas, hasta reventarse las venas y morir.

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