viernes, 19 de noviembre de 2010

Increible cambio en el Camino

Indagando en internet, he encontrado dos cartas muy interesantes de un peregrino que hizo el Camino en 1981, y otra de una peregrina que lo hizo en 1982, cuando aún no había casi albergues ni buena señalización. Espero que no siga degenerando tanto el Camino.

Camino de Santiago en el tiempo y en el recuerdo

Han transcurrido veintinueve años desde mi primer Camino desde Saint Jean Pied de Port hasta Compostela y he vuelto a releer el diario que escribí entonces. La simple lectura de los sesenta folios, ya amarillentos, ha hecho despertar en mí nuevamente sensaciones de lo vivido aquellas lejanas jornadas del año 81. Nuestra experiencia comienza el 3 de julio y finaliza el 1 de agosto.
Me llama poderosamente la atención la diferencia que existe entre la realidad actual del Camino y la de entonces. Durante aquellos treinta días solamente tuvimos ocasión de conocer a otro peregrino (Suizo) que estaba realizando el Camino a pie como nosotros, y otros cinco peregrinos ciclistas. En la oficina del Cabildo compostelano sólo habían registrado un total de 159 peregrinos en lo que llevábamos de año. De las veinticuatro poblaciones donde dormimos, solamente en una existía albergue (Santo Domingo de la Calzada), que casualmente se estrenó con nuestra llegada, y que dependía de una institución ligada al Camino: la Cofradía del Santo.
La señalización del Camino era entonces muy precaria, e inexistente en muchos lugares, lo cual nos ocasionaba frecuentes pérdidas de rumbo. Los tramos de asfalto eran muy abundantes, no existían los andaderos actuales. Las concentraciones parcelarias habían amputado tramos originales al Camino, obligándonos a dar incómodos rodeos por las nuevas redes.
Hoy la realidad es bien distinta. Prácticamente en todos los pueblos de la ruta existen uno o varios albergues. Pueblos antaño casi deshabitados, como Rabanal, hoy se ven llenos de vida y de peregrinos. Se han habilitado caminos paralelos al asfalto en los tramos más peligrosos. La personalidad y transcendencia del trazado histórico han ganado el pulso a los nuevos caminos agrícolas de concentración, gracias en gran parte a la tutela de las asociaciones de Amigos del Camino.
A pesar del profundo cambio positivo de la realidad del Camino, en este intervalo de años hay que resaltar como nota negativa la masificación, que ha traído la pérdida casi total de aquel carácter hospitalario que distinguía a los habitantes de los pueblos del Camino, quienes en ausencia de albergues siempre supieron estar a la altura de las circunstancias, prestando a los pocos peregrinos que pasábamos el auxilio y la atención a su alcance: un simple vaso de agua, conversación… y, sobre todo, hospitalidad.

Un extracto de la otra carta:

“El 82 era Año Santo y hubo muchos peregrinos. Quedamos sorprendidos al ver en el libro de peregrinos de Roncesvalles que a día 25 de julio ya habían pasado por allí 300 personas. Y en Mellide el sacerdote que nos acogió en su casa nos dijo que en ella habían dormido ya cerca de 600″
“Nos guiábamos por el sol, a veces por las estrellas, y procurábamos seguir la línea recta. Aquel Camino era más descansado porque como no existían los albergues, no había un lugar al que llegar, por lo que te detenías cuando considerabas que ya era suficiente por esa jornada. Allí nunca faltaba techo: casi siempre algún local parroquial o escuela municipal, pero también dormimos en cass particulares, pajares, monasterios…”
“Aprovechábamos las ofertas de hospitalidad aunque fuera demasiado temprano y pretendiéramos continuar aún con la etapa. ¿Cómo resistirse, por ejemplo, al ofrecimiento de don Elías Valiña, párroco de O Cebreiro, al dejarnos una palloza para dormir?”
La verdad es que en cierto modo da pena que se haya perdido parte de ese espíritu, pero el Camino sigue siendo un reducto de hospitalidad y espiritualidad en un mundo donde estos valores parecen perdidos. Disfrutémoslo antes de que cambie aún más.
¡Buen Camino, amigos!

Ponferrada

Ponferrada toma el nombre de un viejo puente para peregrinos con barandas de hierro que mandó construir el obispo de Astorga hacia el año 1082, yen torno al cual fue creciendo un núcleo habitado, que se desarrolló al ser repoblado por Fernando II y puesto bajo la tutela de la Orden del Temple en 1178.

Anteriormente el lugar había albergado un castro, una ciudadela romana atacada por Teodorico en el siglo V y una fortificación asolada por los musulmanes en el siglo IX.

Tras la marcha templaria se sucedieron varias disputas entre diversas familias señoriales, que llevaron a provocar la intervención de los Reyes Católicos, quienes pusieron la villa bajo su tutela directa y fundaron el hospital de la Reina en 1489.
La mayoría de los monumentos se construyeron entre los siglos XVI y XVIII y a partir de finales del siglo XIX. Con la llegada del ferrocarril se inició un fuerte proceso de industrialización, que prosiguió en los años cuarenta con la central térmica de Compostilla. El considerable aumento de la población, sin embargo, no ha hecho olvidar su interesante casco antiguo.