En tierras de Navarra, Carlomagno se enfrentó a las tropas del navarro Furro en las inmediaciones de Villamayor de Monjardín. El emperador, dispuesto a salvar la vida de todos sus hombres, rogó al Apóstol Santiago que le indicara cuáles de sus hombres iban a morir en la batalla. Como respuesta, apareció una cruz roja pintada sobre el escudo de ciento cincuenta soldados. Carlomagno decidió entonces que aquellos hombres no participasen en la batalla y quedasen a salvo en sus tiendas. Sus tropas libraron la contienda sin sufrir bajas, pero cuando regresaron al campamento, encontraron muertos a todos los soldados que habían sido marcados. Cerca de allí, el Camino pasa por la localidad de Obanos, donde se cuenta la leyenda de Santa Felicia y San Guillén.
La princesa Felicia encontró la fe en Dios durante su viaje de peregrinación a Santiago, y decidió abandonar el lujo y las riquezas, por una vida humilde como sirvienta en el señorío de amocain, en el valle de Egües. Guillén, su hermano, fue a buscarla y cuando dio con ella, trató de que volviera, recordándole su compromiso de boda y el honor de su familia. Pero ella, reconfortada con su nueva vida, insistió en quedarse. Guillén, totalmente enajenado, la mató y después, arrepentido, partió hacia Compostela, pensando que quizás en el Camino podría encontrar el perdón de la misma manera que su hermana halló la fe.A la vuelta, después de confesarse, se recluyó para pasar el resto de sus días, ayudando a peregrinos y a pobres, en la ermita de Arnotegui donde aún hoy reposan sus restos.
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